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de la Selva que había mostrado cierto interés por la vida de los monos.
Evidentemente, el asunto debe de ser muy serio cuando vosotros, tan importantes en la Selva y
entre los vuestros, estáis siguiendo el rastro de los Bandar log respondió con fina cortesía Kaa, al mis-
mo tiempo muerta de curiosidad.
Realmente dijo Baloo , yo soy un viejo maestro de la Ley, no demasiado inteligente, encar-
gado de enseñársela a los lobatos de la manada de Seeonee, y amigo de Bagheera, que me acompaña.
Bagheera cerró con ruido sus mandíbulas. Ella no era partidaria de falsas modestias.
El asunto que traemos entre manos es éste dijo Bagheera dirigiéndose a Kaa ; esos misera-
bles y despreciables ladrones de nueces nos han robado a nuestro amigo, el cachorro humano. Seguramente
habrás oído hablar de él.
Sí, me dijo algo Ikki ciertamente, está cada día más infatuado de sus púas acerca de una
cría de hombre admitida en una manada. Pero no lo tomé en serio. Ikki es un relator de noticias mal oídas y
peor contadas.
En esta ocasión estaba en lo cierto. Y se trata de un hombrecito maravilloso. Nadie hubo
semejante a él dijo Baloo . Es inteligente, elegante, el mejor. Hará famoso mi nombre en toda la Selva,
Kaa. Lo queremos locamente.
¡Bueno! ¡Bueno!, que no sólo vosotros sabéis lo que es querer. Si yo hablara, os enteraríais de
muchas cosas. Nos las tienes que contar una noche de Luna y con el estómago lleno dijo Bagheera .
Los monos tienen en su poder a nuestro hombrecito. Y sabemos, Kaa, que eres tú el único animal de la Sel-
va al que temen.
A nadie más. Y no les faltan motivos para pensar así dijo Kaa . Los monos son unos charla-
tanes necios y vanidosos. Si tienen a un hombre entre ellos, está claro que corre peligro. Cogen una nuez,
les cansa enseguida y la tiran. Cogen una rama, la llevan toda una mañana, dicen que van a hacer maravi-
llas con ella y luego, sin saber por qué, la parten y la tiran. No quisiera estar yo en la piel del hombrecito.
¿Os acordáis si cuando me insultaron me llamaron pez amarillo?
Sólo lombriz, lombriz de tierra dijo Bagheeray algunas otras cosas que me avergonzaría repe-
tir ahora.
Creo que será conveniente recordarles que deben tener más respeto a su maestro. Sí, hay que re-
frescarles la memoria. Pero ¿tenéis idea de adónde se han llevado al hombrecito?
No. La Selva lo sabrá. Creemos que se lo llevaron hacia poniente. Pensábamos que tú lo sabrías.
¿Yo? Los suelo atrapar, si se me ponen al paso, en los caminos. Pero nunca en las ramas ni en
las lagunas.
¡Eh! ¡Baloo, de la manada de lobos de Seeonee! ¡Mira hacia arriba!
Baloo vio a Rann, el buitre, que caía en picado desde el cielo. El sol alumbraba el borde levantado
de sus alas. A esas horas, Rann tenía que estar ya durmiendo. Había sobrevolado la Selva en busca del oso,
pero el follaje le había impedido verlo.
¿Traes noticias? dijo Baloo.
Sí. He visto a Mowgli entre los monos. Me encargó insistentemente que te lo dijera. Los he se-
guido. Se lo han llevado al otro lado del río, a la ciudad de los monos, a las Moradas Frías. Como son tan
imprevisibles, es posible que se queden allí un breve o largo tiempo. De todos modos, he encargado a mis
amigos, los murciélagos, que los vigilen durante la noche. Es todo. Buena suerte.
Buena suerte también para ti. Felices sueños después de haber llenado bien el buche, Rann
gritó Bagheera alborozada . Te tendré en cuenta cuando cace la próxima vez. Reservaré la cabeza de lo
que mate y te la ofreceré a cambio de tus servicios, a ti, el mejor de los buitres.
Lo que he hecho no es nada. El chico se lo merecía. Se acordó de las Palabras Mágicas. Me sen-
tí obligado a cumplir su encargo después de decir esto se elevó en círculos, volando luego en busca de
refugio.
Felizmente, no ha perdido la lengua dijo Baloo con orgullo . Tan joven y ha sido capaz de
acordarse de las Palabras Mágicas justamente cuando se lo llevaban a través de la Selva.
Se las metiste en la cabeza a fuerza de golpes comentó Bagheera . Pero me siento orgullosa
de él. Vamos a las Moradas Frías.
En la Selva todo el mundo conoce dónde están las Moradas Frías, pero nadie se acerca a aquel lu-
gar. Se trata de una ciudad antigua y abandonada, medio enterrada en la Selva. Las fieras no suelen hacer
sus guaridas donde antes habitaron los hombres. La puede hacer el jabalí, pero nunca los animales cazado-
res. Ni siquiera los monos viven regularmente allí. Todos los habitantes de la Selva suelen dejar un enorme
espacio entre su camino y las Moradas Frías. Acuden a aquel lugar solamente en momentos de sequía per-
tinaz. Entonces, las cisternas y estanques de la ciudad abandonada suelen conservar alguna reserva de agua.
Si vamos a toda velocidad, es posible que lleguemos allí hacia medianoche comentó Baghee-
ra. Baloo se quedó serio, como asustado.
Iré a mi máxima velocidad dijo Baloo preocupado.
No podemos esperarte. Síguenos, Baloo. Kaa y yo somos siempre veloces.
Sabes que aun sin pies puedo alcanzar la misma velocidad que tú que tienes cuatro patas dijo
Kaa. Baloo se esforzó por ir lo más rápidamente posible. Pero pronto se rindió a la realidad. Se sentó ago-
tado. Lo dejaron con la esperanza de que, aunque más despacio, los seguiría. Bagheera se adelantó con ese
trote característico de los animales de su especie. Kaa no hizo comentario alguno, pero precedía siempre a
la pantera, aunque ésta acelerara su carrera. Ganó terreno Bagheera cuando, al llegar a un arroyo, lo pasó de
un salto. Kaa tuvo que vadearlo, dejando asomar solamente su cabeza y una pequeña parte del cuerpo. Pero
en cuanto tocó tierra de nuevo alcanzó con toda facilidad a la pantera.
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